Le aconsejamos que no se pierda en pensamientos inútiles.

Hoy, nuevamente, desperté con hambre.

Es un hambre visceral, de varios días sin ingerir alimento alguno. Siento que mis tripas se engullen entre si.

No estoy sorprendido, de hecho, es rutinario.

Mis días son con el hambre, ya lo siento una compañía, un ente que, a veces, no me deja pensar con claridad y yo sé que soy un visionario.

Mi hambre hasta tiene varios amigos que claro, yo también conozco, son "amistades" mías por igual.

No comparto dichos con el frío. Me cuesta relacionarme con él durante muchos meses en el año. Eventualmente desaparece y estoy más seguro, aunque desconozco la seguridad que me brinda su ausencia.

Con el oportunismo tengo relación de conveniencia, como una simbiosis a la orden del día. Me ayudó y salvó en varias oportunidades, le debo algunas cosas. Ya se las pagaré detrás de unas rejas por uno o dos días.

A la soledad la sé bastante. Es tímida cuando pasa la gente, hasta hay veces en que se va ruborizada y luego vuelve. Es la única fiel, a quien le cuento las pocas cosas que el hambre me permite compartir. Me escucha, atenta, como un niño endulzado con historias que le cuentan de superhéroes y supervillanos.

Casi una hermana, porque es más que una amiga, es la roña. Es la única que me contiene cuando discuto con el frío, cuando no me siento a gusto con el oportunismo o cuando salgo de aventuras con la soledad. Ella permite una conversación amena entre todos.

Pero el Hambre tiene mas de mi, que yo mismo, es obstinado y a la vez perseverante, llega a tener tintes de autoridad ineludibles.

A veces pienso que mis amigos no dejan que me relacione con las personas, incluso llego a pensar que no les gusta que me miren, como celándome. 

La gente pasa, no me registra, pero si a ellos, quedando en un segundo o tercer plano. 

El perro que a veces me acompaña, las tiene mas celestes.


23/09/2013

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