En todo este tiempo.

Así es, una circunstancia, cientos de miles de segundos que permiten encontrarme con mi ser interno, acurrucado en la densa soledad de una casa vacía, con pocos ruidos, y poco ser vivo dando vuelta, pero mucha vida queriendo ser.

Día, noche, amanecer, atardecer, lluvia, sol, humedad.

Me describo por los rincones, dejando una impronta de juventud dorada justamente en eso, en los rincones. 

Abro los ojos lentamente, es de día, inmediatamente me paro, camino desnudo por la casa, y así hasta enroparme. Un poco de lectura y calculadora a nadie le viene mal, por eso mismo, agarro algo para leer y una calculadora. 

Mediodía, almuerzo, la soledad se hace notar.

Más tarde, los amigos, que disfrutan de extraviarse de sus casas por unos momentos, relajados, algunos más verborrágicos que otros, otros lúdicos, otros modelos, otros...Son seres que están de visita, que se van y vuelven, y vuelven a marcharse.

Cuando cae la noche, simplemente acojo mis pensamientos acostado sobre el sillón rojizo, bajo la afable mirada de los perros.

De cenar sé muy poco, pero algo siempre se improvisa.

Directo en la noche madruguera, los amigos caen como gotas en la tormenta y somos entes, nos perdemos y encontramos y volvemos, vuelven y se van.

Recorro el mismo trayecto hacia el cuarto solitario. Un rivera colgado que me espía, que no me deja fallar, como un celador de mis acciones.

Ya es muy tarde, mañana repito la rutina....


24/01/2014

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