Intangibilidad.

Los entendidos sobre el término en resonancia, en este caso, la palabra pasión, deberían replantearse todo aquel conocimiento que tengan de ese sustantivo. 

Al menos deberían analizar su estado de conciencia, tal vez inconsciencia, al momento de elaborar una definición lógica o válida. Deberían.

Como así también se debería poder llegar a una comunión entre los sentimientos que nos habitan en el corazón y la mente, los que se expresan en cada uno de esos órganos, en parte sensoriales. Aunque difícil, inteligente aquel dichoso.

A menudo los seres tratamos de ser prácticos, aunque siempre sabemos cómo complicar las situaciones, solo para darle un poco de sentido a esas cosas, para agregarle una dulce cuota de la palabra en cuestión o sólo para vivir un poco más al límite.

Particularmente, infiero que la pasión deben ser esas ganas, ese motor que nos inspira a movernos, hablar, a comer, amar, movilizándonos. Supongo que sin esa máquina intangible seriamos nada, muy poco al menos y el resto nuestro, la parte que nos convierte en entes, viviría allí, en estado pleno bajo nuestras pieles.

Como una cometa que es arrastrada por una estela de aire, remontándola por el cielo, que siente pasión por ese aire, que el aire siente entusiasmo por esa cometa, de querer volar, de querer ser vuelo la cometa.

Comulguemos en que podríamos mencionar casos y casos.

Irrelevantes suelen ser las cosas sin vehemencia, sin tener aspiraciones, sin pasión.

Yo la tengo, sin ella no soy nada, o poco. Con ellas me muevo, hablo, como, amo, soy. 

Quizá, hasta se confunda con orgullo. Puede ser que algo de petulancia exista, pero más que eso, es amor por uno mismo, por no dejarse a la desorientación.

Y también es amor, amor por las cosas que uno hace, que piensa, que cree. Amor que se torna inspiración, inspiración que se transforma en pasión.


28/08/2012

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